lunes, 5 de junio de 2017

La locura idealizada.

Con las ideas me ocurre lo mismo que a un viejo caballero con sus amantes: cuanto más locas, más las amo.–Lord Byron.


Cuando las necesito nunca están, cuando las busco nunca las encuentro y jamás en toda mi existencia fueron puntuales. Aún así, siempre han aportado algo cuando se han dignado a aparecer, fuese dos meses antes o una década después.

Algunas de ellas eran tan tímidas e inseguras que me costaba sacarlas a relucir mientras que otras llamaban mi atención y la de muchos otros nada más entraban por la puerta. Otras, simplemente, han preferido quedarse escondidas y conviven con las compañeras que han decidido esconderse.

Mis queridas e impuntuales compañeras de pensamientos a veces me han llevado a intentar grandes locuras, muchas de las cuales han acabado en el más terrible de los fracasos. En cambio, agradezco enormemente el que me empujasen a intentarlo. De los errores se aprenden y tanto ellas como yo mejoraremos.

Esas dulces y efímeras voces que escucho cada noche antes de dormir o en cada viaje de tren evocando nuevos proyectos, escritos, dibujos, historias, planes, viajes e incluso excusas. Aunque muchas veces no haya excusas para no escucharlas y no tratar de materializarlas. 

Supongo que todos hemos tenido que lidiar en algún momento con estas locas, tímidas, impuntuales, efímeras y estimulantes voces cautivadoras que tantas locuras impulsan a hacer. Pero cuidado con ellas, pues tan malo es enterrarlas como dejarse cautivar sin antes meditar...

Ideales ideas de idealizada idiosincrasia.

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