A veces, ella, no quiere saber nada de mi, me es esquiva, pretende alejarse lo máximo posible de mi persona y no logro encontrarla hasta que se cansa de estar sola, hasta que añora mi compañía.
A veces, ella, me hace disfrutar de su compañía y me permite, junto a ella, ver y compartir un mundo más bello, compartiendo nuestro mundo interior con el mundo exterior, ayudando a hacer un mundo mejor.
A veces, ella, me abandona en mitad del día, después de haberme susurrado bellas palabras, mostrado hermosas pinturas, contado mil historias, cantado bellas melodías, tarareado el más pegadizo de los ritmos...
A veces, ella, se va con otros y comparte lo que tanto anhelo de su compañía. Le encanta recordarme lo codiciada, deseada y anhelada que es por tanta gente y que yo solo soy uno más con quien, de vez en cuando, pasa las tardes, las mañanas, las noches o incluso los días enteros para después tenerme semanas añorando su presencia.
A veces, ella me concede grandes momentos, únicos, inigualables. Aunque no puedo evitar compararlos con lo que comparte con otros muchos. Cuando descubro lo que puede llegar a surgir, lo que pueden llegar a crear otros con su compañía, me asombro de lo feliz que pueden llegar a hacerse mutuamente...
Podría decirse que les envidio, pero también les admiro.
Quizás es algo tan simple como que ella no está hecha para mi, quizás uno de esos tantos otros la merecen más que yo, uno de esos tantos que admiro por la capacidad que tienen para hacer cosas maravillosas con ella. O quizás soy yo quien no está hecho para ella, quizás simplemente no he sabido aprovechar y disfrutar cuando la he tenido, quizás no soy digno de que ella esté conmigo.
Lamentos sin lágrimas, versos sin musicalidad, rabia sin energía, imágenes incoloras, historias inconclusas, canciones sin ritmo, pesar sin sentimiento, dibujos sin alma, caricaturas sin gracia...
Esto es lo único que en los últimos anocheceres ha decidido compartir, ella, conmigo.
¿Volverá, ella? ¿Volverá la inspiración?
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