miércoles, 5 de junio de 2013

Pereza

Yo prefiero que me vengan a buscar...
La pereza, uno de los pecados capitales del mundo católico. Se puede definir como la aversión a realizar esfuerzos o trabajos. Suele implicar un descenso o anulación de la productividad, un aumento del descanso, de la energía acumulada y de la tranquilidad.

En los seres humanos suele conllevar aspectos despectivos. Esto es sin duda algo merecido, puesto que alguien perezoso suele ser improductivo, tiende a empeorar su salud, desempeñar un rendimiento bajísimo o nulo, no lucha por nada y simplemente vaga de sillón en sillón. (Palabra sillón sustituible por cualquier otro mueble destinado al descanso o a la comodidad).

En otros casos, la pereza tiende a llevar al más trabajador o exigente a realizar todo el esfuerzo en el último momento (procrastinación), sometiéndose a una enorme presión que no todo el mundo aguanta y puede llevar a unas consecuencias mentales catastróficas.
También, grandes talentos, grandes mentes, grandes cuerpos, grandiosas aptitudes, se pierden gracias a la pereza. Esta evita la potenciación de estas virtudes que sin trabajo y esfuerzo se quedan en mediocridad o emitiendo un brillo ínfimo, comparándolo con el brillo que pudiesen expulsar si entrenasen y se esforzasen en mejorar estas virtudes. 

En la naturaleza, existe el factor pereza. Si analizamos la evolución, esta ha usado uno de los principios de todo vago: ''Máximo resultado con el mínimo esfuerzo posible''
Este dogma de la pereza, debería ser el único ápice de pereza que exista en nosotros. Así podremos optar a conseguir nuestros objetivos de la manera más eficiente posible, sin desperdiciar esfuerzos ni tiempo.

Esto unido a la ejecución de un listado de objetivos por los que luchemos, puede llevar a una gran eficacia y eficiencia que nos lleve a cumplir todos los objetivos que nos propongamos o, al menos, todos aquellos dentro de nuestras limitaciones

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